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Exilio

SALSA

Suenan los tambores golpeando las puertas de mi alma y de este corazón que ya no quería dar la bienvenida a nadie más, en algún momento  estuvieron muy  bien cerradas pero ahora me apuro para abrirlas  de par en par y por ellas entran corriendo la conga  y detrás el güiro, la clave, los timbales, la maraca, los trombones, el piano, la trompeta y todos los demás instrumentos dejando que la música se apodere de todos los sentidos y se lleve a cabo una vez mas  una fiesta.

Foto: Stéphane B.

Recuerdo que la primera vez que golpearon a la puerta fue años atrás, escuche el sonido de la conga desde lejos y me reúse a acercarme al picaporte para abrir esa puerta por la que recientemente se había ido la que hasta ese momento había sido el amor de mi vida , la casa estaba mucho  vacía y fría con su ausencia y en cierta forma yo encontraba placer en esa soledad sin deseos de que nadie ni nada ocupara el lugar que ella había ocupado. En aquel momento me asegure de poner otro cerrojo encerrándome en mi mismo un poco más. Desde el desolado espacio de mi alma oía con prejuicio los sonidos que del otro lado de las paredes sonaban pidiéndome entrar. Llevaba viviendo ya mucho tiempo en los Estados Unidos y pensaba que no debía de caer en el estereotipo del latinoamericano que baila salsa, sobre todo en una cultura anglosajona en la que el baile es menospreciado, también por otro lado en cierta forma yo me había quedado encarcelado en mi pasado plagado de música rock y había levantado paredes de intolerancia hacia otros géneros de música que ignorantemente consideraba en aquellos momentos inferiores. Mi reciente divorcio contribuía a mi aislamiento en el que me lamentaba una y otra vez por todo lo que había perdido. Fue una muy buena amiga norteamericana la que se dio cuenta de que yo necesitaba ser rescatado de mi absurdo naufragio antes de que me perdiera sin remedio en los mares de la obscuridad. Una noche me invito a una clase y a un social de Salsa, me dijo “¡veni proba! y si no te gusta no vuelvas más, pero almenos inténtalo” accedí a su invitación apáticamente sin saber que ahí en esa noche comenzaría la historia de amor mas real de mi vida, no, no con ella, sino con la mística y compleja música de salsa y es que esa noche ya no tendría final.

En aquella fiesta los bongos llegaron golpeando con fuerza las puertas y yo que tantas veces anteriormente me había negado a abrirles me acerque a la puerta y tan rápido como gire el picaporte las trompetas, los tambores, el piano y todos los instrumentos irrumpieron galopando para instalarse en el centro de mi corazón erradicando por completo no solo la soledad que me había dejado mi exesposa sino que desterrando además de un solo soplido de un solo golpe toda la soledad que tantos otros amores me habían dejado en el interior, llenando con ritmo y con melodía todos los rincones de mi ser y encendiendo otra vez el fuego de la chimenea que apagada había quedado después de tantos abandonos.

 Como una fiebre incontrolable poco a poco los sonidos se fueron transportando hacia los pies y hacia todas las fibras del resto de mi cuerpo que deseoso quería expresar los ritmos que ahora vivían en mi interior. Torpemente aprendí y continúo intentando aprender los pasos y los movimientos de este arte que nunca he logrado completamente dominar, pero al que adoro cabalgar como un caballo salvaje que inevitablemente me aleja de mis tristezas cuando más lo necesito.     

                

Foto: Matthew Kenwrick

Y fue así que esta música  que no tiene edad y que bailan tanto los jóvenes como los viejos en todos los continentes,  fue así que esta melodía hecha de suaves caricias y duros golpes, que esta salsa hecha de la deliciosa combinación de acordes cargados con la historia negra de la esclavitud y condimentada con sufrimiento, con rebelión, fue así que esta salsa  cocinada al fuego lento de la esperanza y tan llena de dolor como de amor se convirtió en mi amante, mi confidente, mi salvación y mi cobijo ante este mundo nuestro cada vez mas indiferente. Y entonces en estos tiempos plásticos en los que todos y todo parece ser descartable encuentro en ella algo concreto y solido en que refugiarme de la lluvia fría de nuestra superficial sociedad. Suenan los tambores soplan las trompetas y junto con los acordes del piano vienen una vez más para apoderarse de mi cuerpo y para sumergirme en un trance en el que nada mas importa porque estos sonidos se han convertido en la medicina que sana las heridas que la guerras del amor me han dejado y que inevitablemente me llevan a bailar una canción más en un único y exclusivo momento en el que no existe ni  pasado ni  futuro y en el que solo existe ese presente en el que nos abrazamos ella y yo como si fuera siempre la primera vez.

chamacco.blogspot.com

 
 

Silencio

 

LA VIDA ES UN ESPEJO

La noche está llena de estrellas y entre esas estrellas llenas de luz que mis cansados ojos observan también puedo ver el inmenso espacio de soledad y obscuridad que existe entre ellas, miro el universo que se despliega ante mi y reconozco que así como la noche esta tan llena de misterio, de luz, de obscuridad, de vacío y también de vida así también la realidad de cada uno de nosotros se encuentra llena de los mismos misterios y que somos  una reflexión del universo que es tan infinito hacia el exterior como así también hacia el interior de nosotros mismos donde se esconden en profundos rincones nuestros mas bellos sueños así como también nuestras peores pesadillas.

Luz y obscuridad, bien y mal, felicidad y tristeza, vida y muerte. El universo propio y externo esta compuesto de todas estas contradicciones y es que una cosa no podría existir sin la otra y aunque son opuestas  necesitan inevitablemente la una de la otra para poder existir y porque al final de cuentas todos estos sentimientos son como el cincel que va esculpiendo nuestra vida y quizás en ultima instancia nuestra alma.

Yo como vos cuando miro al presente, cuando miro el pasado, cuando miro hacia afuera y cuando miro hacia adentro encuentro en mi historia en la historia ajena, en la historia del mundo y de todo aquello que tiene vida, encuentro inevitablemente momentos de felicidad y alegría, momentos de dolor y tristeza, encuentro  paisajes del paraíso y paisajes de infiernos que a veces han sido un mismo paisaje, descubro momentos en los que la sabiduría o el descubrimiento han iluminado todo mi entorno y otros momentos en los que la torpeza, los errores y las equivocaciones me han lanzado a largas noches que parecían no tener un amanecer.

Ninguno de nosotros realmente sabemos como es que hemos llegado aquí, que o quien nos ha puesto en esta montaña rusa llena de vueltas, de subidas y bajadas y compuesta de interminables destellos de euforia y de terror. En ocasiones parece que todo lo tenemos bajo control, que todo tiene una lógica, que todo tiene un plan, que todo va de acuerdo a como nosotros lo hemos planeado en alguna otra dimensión antes de habernos subido a este cochecito que es ahora nuestra vida, pero en otras ocasiones nada parece tener sentido ni razón de ser y las vueltas y los giros nos llevan por caminos que jamás hubiéramos elegido y que sin embargo nos vemos obligados a recorrer porque estamos atados a este viaje con el cinturón de seguridad ajustado para no salir catapultados ante los violentos giros de la realidad.

Por momentos disfrutamos de tramos del recorrido y la sonrisa se nos dibuja en la cara, pero en otros tramos sufrimos y entramos en pánico y tan solo queremos que todo termine enseguida. Pero claro, como tantas otras cosas, no sabemos cuál sea la duración de este juego que se llama vida y del que tenemos un limitado control que tan solo llega hasta cierto punto.

Nuestras elecciones así limitadas junto con las tormentas de lo inesperado van moldeando nuestra historia, cincelando nuestro carácter nuestra personalidad y como dije en última instancia nuestro espíritu.  Podemos elegir si amamos o no amamos, podemos elegir si respetamos al otro o no lo respetamos, si nos respetemos a nosotros o no nos respetemos, si perdonamos o odiamos, elegimos si aprendemos de nuestras heridas o si nos ahogamos en ellas, si dejamos que las circunstancias y las casualidades nos definan como si no poseyéramos conciencia o capacidad de decisión  o si por el contrario imponemos nuestra conciencia nuestros valores y nuestros ideales para moldear la vida que queremos. Contantemente en esta montaña rusa de la que erróneamente creemos no tenemos control somos en cada vuelta, en cada esquina, en cada subida y en cada bajada confrontados con nuestros propios demonios, confrontados con nuestros sueños y nuestros miedos, en cada paso que damos hay una decisión pequeña o gigante que nos define y que afecta a quienes nos rodea y a quienes tenemos cerca y realmente queremos. Al final de cuentas casi sin saberlo somos los verdaderos arquitectos de esta montaña rusa en la que damos vueltas y vueltas mas de una vez repitiendo errores y aciertos.

 El combustible que nos alimenta es diferente y pude que no sea el mismo en cada circunstancia. Cada una de nuestras decisiones están basadas en todos estos distintos sentimientos y contradicciones: en nuestros miedos o en nuestra extrema confianza, en egoísmo puro o en el amor desinteresado, en esperanzas o desesperanzas, en frustraciones o en anhelos, en recuerdos u olvidos, en lecciones aprendidas o desperdiciadas, en una gran sabiduría o en la más completa estupidez. Puede ser que tomemos nuestras decisiones por mas de una de estas razones o por la combinación de varias de ellas y puede ser que en nuestra confusión creamos que decidimos hacer algo basados en el amor cuando en realidad lo hacemos basados en el miedo o viceversa. A veces destruimos la felicidad que tenemos y nos condenamos a nuestra propia soledad porque no creemos que nos merecemos la felicidad actual, otras veces descubrimos la felicidad y nos aferramos a ella y peleamos por ella y la defendemos porque hemos logrado perdonarnos de nuestros pasados errores y equivocaciones y porque hemos aprendido de nuestras caídas. Sea como sea una vez tomada nuestra decisión tendremos que aprender a vivir con las consecuencias que producen y que van creando este intrincado viaje con sus dolores y sus alegrías y que nos van acercando a nuestro inevitable final. Una vez detenido el tiempo lanzaremos con nuestros cansados ojos una mirada a ese infinito exterior o a ese infinito interior, realmente no importa cual miramos ya que el uno es reflejo del otro y nosotros somos el espejo. Entonces veremos finalmente en él más luz o veremos más obscuridad, veremos mejor las brillantes estrellas o veremos más claro los grandes huecos de soledad que existen entre ellas, al terminar el recorrido veremos si hay más bien o si hay más mal e inevitablemente sabremos si finalmente derrotamos a nuestros demonios o nos dejamos engañar y sucumbimos ante ellos, sabremos si nos mentimos a nosotros mismos o si descubrimos la verdad. Cuando el carrito se detenga después de la última caída en picada, nos desabrocharemos el cinturón de seguridad y no abra más nada que podamos cambiar, todas nuestras decisiones ya habrán sido tomadas, por las razones correctas o equivocadas o por la combinación de ambas. Miraremos por un momento hacia atrás para contemplar la arquitectura de nuestras vidas con la esperanza de que en ella haya mas belleza que horror y nos bajaremos para aventurarnos a ese misterioso infinito que será un reflejo del universo que nosotros hemos creado en este viaje.

escritodesdeelsilencio.blogspot.com 

 

Cuentos

 

JACK EL PROTECTOR DE CALCETINES (MEDIAS)

Jack el perro chihuhua vino, como todos los seres que vienen a este mundo con una misión. El pequeño animal con gran corazón desde siempre mostró un coraje particular y es que Jack a pesar de que era un perro diminuto era muy valiente, mientras los otros lo veían  como un pequeño perro del tamaño de un ratón, él se imaginaba a si mismo gigante y feroz como un lobo. Cuando sus dueños (sus padres) lo sacaban a caminar quedaban sorprendidos de ver como el diminuto Jack enseguida quería pelearse con cuanto perro veía no importaba si se trataba de un Doberman, un Pitbull, un Dogo o un gran Danés ya que Jack se consideraba mucho más grande y fuerte que ellos y enseguida quería retarlos a una pelea para demostrar que él era superior. Por supuesto los otros perros miraban a este pequeño bicho con curiosidad, no seguros de porqué este ratón estaba de tan de mal humor y si hablaba en serio mientras les ladraba: “ hey vos que me miras ven que te voy a romper la cara a mordiscos ¡hijo de perra!, pero mira menos mal que me tienen agarrado porque si no te cago a mordiscos ahora mismo, este es mi barrio así que mejor ¡múdate! porque si te veo de vuelta me va agarrar una rabia que ninguna vacuna me va a quitar de encima y me voy descargar contigo, mira que tengo pocas pulgas y te voy a agarrar un día de estos cuando mis dueños (padres) se descuiden”. Los perros del barrio la mayoría del tiempo lo ignoraban mientras Jack les gritaba estas y otras barbaridades pensando que el enanito bromeaba. Lamentablemente en ocasiones descubrían que el pequeñín no era uno de esos perros que ladran y no muerden y que estaba más que dispuesto a pelearse.

Pero la misión de Jack en esta vida no era la de sembrar el terror en los perros del barrio. Jack tenía una tarea importantísima e inentendible para sus dueños (padres) que era la de proteger los calcetines (las medias). Durante toda su vida en cualquier oportunidad que  se le presentar iba y agarraba calcetines del suelo, de la canasta de ropa sucia, de los cajones, de la cama, de donde sea y se los llevaba a distintos escondites en los que los guardaba para protegerlos.  Sus padres se volvían locos buscando calcetines y siempre lo acusaban a Jack cuando no podían encontrarlos o especialmente cuando les faltaba la pareja de uno. Pero lo cierto era que Jack no era el único culpable de la desaparición de los calcetines y  que su trabajo de tomar calcetines y esconderlos era precisamente para evitar que el otro culpable el “come calcetines”  se apodera de ellos.

Seguramente todos han experimentado este problema de que los calcetines desparecen y esto muchas veces sin que haya un chihuhua obsesionado con ellos en su hogar. Cuantas veces ha ocurrido que terminas de lavar y secar la ropa y que te falta la pareja de un calcetín a veces es más de uno. Esto es algo que le ocurre a todo mundo constantemente desde hace siglos desde que los calcetines fueron inventados, sin embargo a pesar de los años transcurridos nadie ha podido nunca encontrar una respuesta al problema de porqué los calcetines desaparecen. Aquí es donde entra el trabajo y la misión de Jack y es que el animal sabe algo que sus padres los humanos no saben porque no lo pueden ver pero él sí y es que Jack puede ver al “come calcetines” que por alguna razón incomprensible para  el chihuhua les es invisible a sus padres o a cualquier otro humano. Más de una vez Jack ha visto a su padre sentado en el sofá tomando su bebida mientras el “come calcetines” pasa caminando enfrente de él sin que el padre se de ni por enterado. Cuando él ladra intentando advertirle su padre simplemente le sonríe y le trata de hacer una caricia que Jack rechaza mientras le sigue ladrando “el come- calcetines esta ahí papá enfrente tuyo y va caminando hacia esos calcetines que dejaste en el piso” y ya no hay tiempo de explicar Jack sale corriendo velozmente tratando de tomar el calcetín antes que el “come Calcetines” y enseguida lo lleva a su escondite predilecto que es debajo de la cama. En sus años de vida Jack descubrió que por alguna razón extraña hay dos lugares seguros para los calcetines donde el “come calcetines” no se anima a meterse uno es debajo de la cama y el otro es detrás del sofá y ahí es donde Jack los colecciona. Lamentablemente sus padres saben de estos escondites también y cada  tanto van a recuperar sus calcetines, Jack intenta evitar que esto ocurra no porque no quiere que sus padres usen los calcetines sino porque sabe que no los colocarán de vuelta en estos lugares seguros y que los dejarán en los cajones, el canasto de ropa sucia, el piso y otros sitios de acceso fácil para el come-calcetines.  Esto representa siempre un problema para Jack ya que una vez que sus padres sacan todos los calcetines de debajo de la cama o de atrás del sofá el pobre perro tiene que empezar todo el trabajo de recolectarlos desde el principio, tomar un calcetín cuando mami esta distraída leyendo un libro, tomar otro cuando papá está sentado hipnotizado delante de la caja de luces de colores y ruido, llevarse otro cuando se mete en la ducha, agarrar uno más rápido mientras mami va a la cocina y aprovechar siempre la distracción de papa que suele dejar el cajón abierto. El sabe que después vendrán de nuevo a recuperarlos y que el juego empezará de nuevo. Pero así es la vida constantemente volver a comenzar.

Como le gustaría a Jack que sus padres pudieran ver lo que él ve: ese extraño ser que es el come calcetines, sus ojos y sus orejas están hechos de calcetines de distintos colores no es un color ni un tipo de calcetín especifico sino que va cambiando, su cuerpo parece un gigantesco calcetín lleno de calcetines en su interior, el animalejo se arrastra como un caracol y no es muy rápido pero si es muy paciente por lo poco que el pequeño cerebro de Jack puede entender, el bicho tampoco pertenece a este mundo y al parecer viene de otra dimensión de la que entra y sale por distintas puertas invisibles las cuales al parecer están ubicadas en las esquinas donde se juntan las dos paredes, al parecer el come-calcetines es el único que puede entrar y salir por esas puertas dimensiónales, Jack ha intentado un par de veces, después de verlo desparecer por ahí, salir pero siempre se termina chocando con la pared, Lo otro que sus padres no pueden ver es que el invisible ser a medida que come calcetines se pone más grande y más fuerte. Jack aún recuerda años atrás la primera vez que lo vio era tan diminuto como un calcetín de bebé y no tuvo ningún problema en asustarlo y hacer que se fuera rápido por esa puerta invisible por la que había venido, pero después poco a poco empezó a crecer hasta que llegó un momento que era un poco más grande Jack, En una ocasión Jack disputó mano a mano como tantas otras veces un calcetín con él, hasta ese momento Jack siempre terminaba ganando y quedándose con el calcetín pero esta vez el come-calcetines fue más fuerte que Jack e incluso logró con una de sus calcetinosas patas darle un fuerte golpe al chihuahua, desde entonces Jack intentó a toda costa evitar las peleas mano a mano con el extraño ser y simplemente atenerse a su plan de llegar a los calcetines antes que el otro se los pudiera comer. Este plan que pronto se convertiría en obsesión para el perro era muy importante ya que el otro animal cada vez estaba más grande y mientras más grande más peligros y menos asustado del valiente chihuahua. Lamentablemente sus padres no veían lo que él veía y cada tanto venían y sacaban todos los calcetines de los escondites sagrados de Jack  lo cual enfurecía al perrito que pensaba “Si ellos pudieran ver lo que yo veo entenderían y usarían los calcetines y los volverían a colocar en los lugares protegidos”. Más de una vez Jack intentó en vano explicarles a sus padres lo que ocurría, pero esto era inútil Jack ya sabia que sus padres además de no ver lo que él veía no entendían su complejo lenguaje de ladridos de distintas tonalidades, no importaba lo que él dijera ellos siempre asumían que quería salir a dar un paseo o que quería comer.

 Y así ocurrió que un día el come-calcetines salió de una de las esquinas de la pared cuando no había nadie en la casa y se dirigió rápidamente al canasto de ropa sucia mientras Jack dormía en la cama de sus padres, el bicho ya casi estaba ahí pero en ese momento Jack que tiene unos oídos muy sensibles se despertó y rápidamente actuando todo en su instinto protector corrió al canasto y llegó al calcetín al mismo tiempo que el come-calcetines, ambos empezaron a tironear con sus bocas de los dos extremos del calcetín y fue entonces que el extraño ser le pegó un manotazo al chihuhua que lo hizo volar por el aire hasta chocar contra la pared. Pobre Jack quedó adolorido en el suelo mientras veía como el animalejo se tragaba el calcetín y se iba riéndose por la misma puerta invisible por la que llegó.

Los días que siguieron fueron de angustia para los padres de Jack y para el perrito que ya no comía y cada vez estaba más débil, los médicos determinaron que un órgano interno se había roto y no había manera de salvarlo, cómo había ocurrido esto era un misterio para el doctor que señaló que podría ser un problema hereditario del animal o una enfermedad desconocida o un golpe, Los padres y el doctor coincidieron en que quizás fuese hereditario, Jack ya no intentaba ladrar y explicar qué fue lo que pasó pues el dolor que sentía era cada vez mayor y le era ya imposible dormir. El valiente chihuahua sabía que no había solución a su problema con solo ver las caras de sus dueños (sus padres), lo único que Jack deseaba era no sentir más dolor y que sus padres no estuvieran más tristes por él, Fue así que con una mirada les dijo que estaba bien que lo dejaran irse a dormir. Minutos más tarde el médico le daría una inyección y Jack sintió que por fin el dolor comenzaba a desparecer, poco a poco después de muchas horas sin poder dormir se empezó a sentir más aliviado mientras sus ojos se cerraban dijo gracias con la mirada una vez más antes de  a dormirse y soñar con que era el perro más grande de todos los perros en el otro lado.

En el barrio hoy los otros perros lo recuerdan con cariño y con temor. Es común que cuenten a sus cachorros las historias de ese perro ratón que no temía enfrentarse ni a dogos ni a dobermans ni a bulldogs a pesar de su tamaño.

En la que era su casa sus padres aún siguen perdiendo calcetines y no los pueden encontrar, cada tanto corren el sofá o miran debajo de la cama pero para su sorpresa los calcetines ya no están allí ni tampoco Jack su protector.

tintaobscura.blogspot.com

 

Short Stories

 

Jack the sock protector

Jack, the Chihuahua, was like all who came into this world with a mission. The little animal with a big heart had always shown a particular courage, that in spite of his small size, Jack was very brave. While the other dogs would see him as a tiny dog, almost rat-like, he would imagine himself to be ferocious and gigantic – like a wolf. When his owners (his parents) took him for a walk, they were always surprised to see little Jack would immediately want to fight every dog he saw – he didn’t care if it was a Doberman, a Pit bull, or a huge Dane, Jack considered himself to be much larger and stronger than them, and immediately wanted to challenge them to a fight to show that he was superior. Of course the other dogs looked at the little critter with curiosity, not sure why this ‘rat’ was bad-tempered and wondering if he was serious when he barked at them: “Hey, you! Look at me. I am going to break your face to bits. Son of a bitch! Good thing I’m in a leash otherwise I would tear you in to pieces right now!!, This is  my neighborhood here. Scram! If I see you around here I’m going to get so mad and you don’t want to know what’s coming. I have a bad temper, and one day I am going to catch you when your parents aren’t looking.” The neighborhood dogs ignored him whenever while Jack shouted at them, thinking that the ’dwarf’ was joking. Unfortunately on occasion, they discovered that Jack wasn't one of those dogs whose bark is worse than bite, and that he was more or less, ready to fight.

But Jack’s mission in this life wasn’t to sow the seeds of terror among the neighborhood dogs. Jack had work much more important to do. He had the mission of protecting his parent’s socks.

Throughout his entire life, whenever he had the opportunity to grab socks from the floor, from the pile of dirty laundry, the dresser drawers – from wherever – he would carry them to distinct hiding places in order to guard them and protect them. His parents would go crazy searching for their socks and always accused Jack when they weren’t able to find them, or when they only found one sock instead of two. But the truth was that Jack wasn’t the only one guilty for the disappearing socks. His work of taking socks and hiding them was precisely to avoid who was the real culprit…the one nicknamed “The sock eater.”

Surely everyone has experienced this problem of sock disappearance and it has likely happened countless times even without a sock-obsessed Chihuahua in your house. How many times has it happened that you finish washing and drying your clothes, when you discover that a pair of socks lost in action, or perhaps one of the two socks. This has occurred throughout the whole world, constantly, for centuries, since socks were invented, and despite all the years that have passed, no one has been able to discover an answer to the problem of the disappearing socks.

Here begins the work of Jack. He is the animal that knows something that his parents, humans, don’t know, because they don’t see him but yes, Jack can see “the sock eater,’ who for some reason is invisible to Jack’s parents or any other human.

More than once Jack has seen his father sitting on the sofa having a drink while the ‘sock eater’ walks in front of him without knowing it. When he barks trying to warn his father, his father simply laughs and pets him. “The sock eater is here papa, in front of you, and he is walking towards those socks that you left on the floor!” Jack barks. But already there’s no time to explain. Jack leaves running full speed ahead, trying to take the sock before the ‘sock eater’ does, and immediately takes it to his hiding place underneath the bed.

Throughout the years, Jack discovered that for some strange reason there are two secure places that the sock eater doesn’t dare enter – one is beneath the bed and the other is behind the sofa. It is here that Jack collects them. Unfortunately his parents were also aware of these hiding places and whenever they tried to recover a sock, Jack tries to avoid this from happening not because he doesn’t want his parents to use the socks but because he knew that they will not put them back in a safe place and that they leave them in their drawers, the pile of dirty laundry, the floor and other places easy for the sock eater to access. This always presented a problem for Jack.

One time, his parents took all the socks from beneath the bed and behind the sofa and the poor dog had to begin his work all over again, starting from the very beginning, taking socks when mom was distracted reading a book, when papa was sitting hypnotized in front of the box of colors and noise, or taking them when they were in the shower or when mom went to the kitchen. And he always tried to distract papa, who always left the drawer opened. But, this was his life, always to begin again.

Jack would have liked if his parents could see what he saw: this strange being that was the sock eater. His eyes and ears were made of socks of different colors. His body was one gigantic sock, filled on the inside with smaller socks. The odd-looking creature crawled like a snail and wasn’t fast but was very patient, from what Jack’s little brain could comprehend. The creature also belonged to what seemed like another world – another dimension. He would enter and leave from distinct invisible doors located in the corners of a room, where two corners came together. And apparently the sock eater was the only one who could enter and leave through these ‘other-dimensional’ doors. Jack had tried a few times, after seeing the sock monster disappear through them, but he always ended up running into the wall. The other thing that his parents couldn’t see is that the invisible creature grew much stronger over time. Jack remembers years ago, the first time that he saw him, the sock eater was so small that he was like a baby’s sock and Jack didn’t have any problems scaring him. The sock eater would run quickly through the invisible door where had first come, but after some time he began to grow bigger - until he grew much bigger than Jack. On one occasion, Jack fought him, hand to hand combat, as they had done so many times before. Up until then, Jack had always won, but this time the sock eater was much bigger than Jack and succeeded in hitting Jack really hard with a sock. Since then, Jack has done everything possible to avoid a hand to hand combat with the sock eater and would simply live by his plan of always arriving at the socks before him. This plan soon changed into an obsession because every time Jack saw the sock eater, he would be much bigger and much more dangerous and less scared of the courageous Chihuahua.

Unfortunately, his parents didn’t see what he saw, and each time they came and took the socks from Jack, they would be furious with him. He thought, “If they were able to see they would understand and would return the socks to a secure place.” More than once Jack tried in vain to explain to them what happened, but this was futile Jack knew because they weren’t able to see what he saw, and didn’t understand his complex language of distinct tones; it didn’t matter what he said, they always assumed that he wanted to go for a walk or eat.

And so it happened that one day the sock eater came in through one of the corners of the wall, when no one was in the house and he quickly ran to the dirty laundry while Jack was sleeping in his parents’ bed. As soon as the creature entered the house, Jack Heard him – his sensitive ears waking him up, and following his protector instincts he ran to the laundry and arrived at the same time as the sock eater. They both began to tear apart the sock, with their mouths on either side of the sock. It was then that the strange being smacked the dog so hard that Jack flew backwards and hit the wall – hard! Poor Jack lay there in pain on the floor while he saw the sock eater take the sock, laughing and left through the same door through which he had arrived.

The days following were full of anguish for Jack’s parents and for the little pup. He didn’t eat, and each day he grew weaker. The doctor determined that an internal organ had broken and there was no way to save him. How this had happened was a mystery, though the doctor who pointed out that it was probably a hereditary problem or an unknown sickness. The parents and doctor decided that maybe it was hereditary. Jack didn't try to bark and explain what happened as the pain grew worse each time he would try to speak and already it was impossible to sleep. The brave Chihuahua knew that there wasn’t a solution to his problem by simply by looking at the faces of his parents. The only thing that Jack wanted was to take away his pain, and that his parents weren't sad for him anymore.

It was only with a look that he could tell his parents that he was okay they decided to put him to sleep. Minutes after the doctor gave him the injection, Jack felt the pain begin to disappear. Little by Little after so many hours without being able to sleep he began to feel relief, and while his eyes closed he said 'thank you' with a look one last time before falling asleep and dreaming he was a bigger than all the other dogs.

In the neighborhood today the other dogs remember him with both affection and fear. It’s common that dogs tell their pups this story, of this Small rat-like dog that had no fear confronting any dog bigger than himself, even the Dobermans and bulldogs.

His parent’s house, though, continued losing socks and weren’t able to find them. Each time they ran to the sofa and looked under the bed they quickly learned the socks weren’t there…and neither was Jack, their protector.

 gabefer.blogspot.com